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miércoles, 6 de febrero de 2013

Antonio F. Christophersen






If thou regret’st thy youth, why live?
The land of honourable death
Is here: —up to the field, and give
Away thy breath!
—Lord Byron


Días de Atenas, sol que inundaba el convento,
columnatas para siempre vernales, risas
con sabor de naranjas. ¿Dónde están Demetrio,
Nicolò y toda esa alegre tropa
que a menudo hacía temblar los olivares?
¿Dónde está Teresa Macri,
la de ojos de antílope?
Patios grises de Harrow, lluvia gris sobre el Ida,
hados grises dormidos en el casco de Héctor,
domador de caballos,
ojos grises amados en Annesley, laderas
con bosques de fresas,
fantasmas de otro casco que él mismo diseñara
y en el que Hefesto ha escrito, con sombras de volcanes,
su leyenda. Los rayos de la luna hienden la sal
como floretes (Haydée canta a solas
la canción de las Islas,
suelto su cíngulo, las ajorcas y los aros
encendidos; a sus pies, como fábulas, se deshojan
las rosas de Lesbos). Imágenes de ancestros
que supieron los sombríos caminos del Océano,
la danza de Thor,
el vino purpúreo y los brazos de las mujeres:
Burun el Normando, John Byron, relámpago
en Edgehill, y el otro John, que habitó
entre tehuelches
y en el confín del mundo
prendió a su daga la luz de las coclearias.
“Todo es vanidad”, tu sombra,
las sombras de otros días,
una bruma y un sueño que sobre el mar se disipan.


Antonio F. Christophersen
imagen: retrato de Byron, por Richard Westall

Se agradecerá a quien pueda brindar datos biográficos sobre el autor del poema